27 de agosto de 2012

Polinesios en América 500 años antes que Colón

Leif Erikson (S XI), los Templarios (S XIV) y Zheng He (S XV), llegaron a América antes que Colón. Pero los Polinesios lo hicieron aún antes. Nuevas e irrevocables evidencias en Chile
Desde hace casi un siglo se han propuesto contactos transpacíficos con distintas culturas de la América precolombina, a partir de paralelismos en una larga lista de rasgos culturales. No obstante, hasta hace poco tiempo no había sido posible discriminar de manera concluyente si esas similitudes corresponden a préstamos derivados de alguna clase de contacto o constituyen, simplemente, desarrollos independientes o convergentes. Sin embargo, frente a la debilidad de la data empírica y de los argumentos teórico-metodológicos tradicionales, la evidencia genética parece incontrastable. El hallazgo en Arauco (área mapuche del sur de Chile) de restos de gallina polinésica en un contexto prehispánico, obliga a reevaluar las pruebas de la presencia polinesia en América antes de la llegada de Colón. Un equipo de arqueólogos liderado por José Miguel Ramírez y Elisabeth Matisoo-Smith trabajan  en este sentido desde el año 2005. Presentamos en este artículo los trabajos publicados en la revista Clava 7 del año 2008 (Ramírez y Matisoo-Smith 2008), aún en desarrollo.
Catamarán actual construido con técnicas tradicionales. Tautira (Polinesia Francesa) Foto: Moana Iti 2012
Catamarán actual. Tautira. Foto: Moana Iti 2012
Algo de historia
El problema de los contactos transpacíficos es muy antiguo y de amplia repercusión en la prehistoria de América, lamentablemente desprestigiado por una serie de razones. En primer lugar, la difusión masiva de hipótesis absurdas o sin fundamentos, pero también el hecho de que el material empírico por sí mismo no permitía probar que las similitudes observadas correspondían a desarrollos independientes, adaptaciones convergentes, o a préstamos derivados de algún tipo de contacto. Por otro lado, tampoco ayudan los prejuicios etnocéntricos respecto de la autonomía de las culturas americanas ni los modelos teóricos reduccionistas. La lingüística en cambio, goza de un mayor estatus explicativo, y la teórica limitación del océano para los contactos, es un tema ya ampliamente superado, puesto que el océano constituía para los polinesios un elemento unificador más que un límite, que franqueaban con unos conocimientos avanzados en astronomía, corrientes, vientos y tecnología de navegación.
Dalca chilota datada en 1910. Foto: José Miguel Ramírez Aliaga
Ya en 1835 Jacques Moerenhout, a partir de sus vínculos comerciales entre Tahití y Valparaíso, fue el primero en observar algunos paralelos etnográficos, como el poncho y la dalca (canoa de tablas cosidas) de Chiloé, aunque no creía que éstas pudieran viajar tan largas distancias. En 1924, MacMillan-Brown identificaba nuevos elementos polinésicos, entre los cuales menciona el quipu, el curanto y el toki, los que habrían llegado desde Nueva Zelanda o las Marquesas hasta el sur de Chile, y desde allí hasta Perú. Desde Chile, Latcham (1927) fue el primero en observar algunas similitudes, y entre los más influyentes defensores de la presencia cultural melanésica y polinésica en América, se contaba Paul Rivet (1943). Sorenson y Raish (1990) recogieron 5.613 referencias sobre contactos transpacíficos desde distintas culturas en toda América.  Sin embargo, los americanos precolombinos no fueron navegantes de alta mar. Hasta la fecha no se ha encontrado evidencia cierta de culturas precolombinas en las Galápagos, a 965 km de distancia, ni en Rapa Nui, a 4.000 km de distancia de las costas occidentales de América (a pesar de los trabajos de Heyerdahl 1952, 1968). Hasta ahora, la explicación más razonable para la dispersión en Polinesia de cultígenos americanos como el camote y la calabaza, es que fueron navegantes polinesios quienes llegaron a América y regresaron a casa con ellos, desde Rapa Nui hasta Nueva Zelanda.

Argumentos a favor del contacto
Recientemente el mundo académico acogió, aunque tibiamente, la propuesta de una conexión prehistórica entre Hawaii y el sur de California, a partir de dos elementos que serían inequívocamente polinésicos: la canoa de tablas cosidas y los anzuelos compuestos (Jones & Klar 2005). Pero es un hecho importante a considerar que, a pesar del grado de interconexión cultural a lo largo de la extensa costa de América central y sur, no se encuentran canoas de tablas cosidas prehistóricas sino hasta Chiloé (sur de Chile, las dalcas), y hasta el extremo sur de los canales patagónicos. No hay argumentos suficientes para sostener una explicación inequívoca, pero la posibilidad de un contacto polinésico paralelo, entre Hawai’i y California, y entre el centro-sur de Polinesia y el territorio Mapuche, resulta al menos factible. 
Rata polinésica (Rattus exulans)
El actual modelo de la colonización de la Polinesia oriental postula un avance explosivo hacia el este, que habría ocurrido entre los años 1000 a 1200 d.C (entre 300 y 500 años antes de la llegada de Colón a América), con una proyección lógica hasta Sudamérica, sin pasar necesariamente por Rapa Nui. La filogénesis de la rata del Pacífico o polinésica (Rattus exulans) a través del ADN mitocondrial, avala consistentemente el modelo. Además, un fenómeno natural habría sido fundamental en este proceso: el fenómeno de El Niño, que habría traído al menos una embarcación polinésica directamente al territorio mapuche. La ruta lógica hacia Sudamérica implica separarse del eje de la circulación de corrientes y vientos, que deja a Rapa Nui en el centro, bajar hasta la faja de vientos occidentales al sur del paralelo 35, para luego girar directamente hacia el este, justamente en dirección del área mapuche. Una ruta más directa pero más extrema fue la que aprovecharon los últimos prisioneros que lograron escapar de la prisión inglesa de Sarah Island, en Tasmania, en febrero de 1834. Aunque no eran navegantes experimentados sino carpinteros de orilla, lograron atravesar todo el Pacífico sobre las furiosas corrientes de los 40º de latitud sur, para llegar a las costas de Chiloé en 43 días, y desde allí hasta Valdivia. 
Catamarán polinésico
Los límites del poblamiento del Pacífico, para los mayores navegantes de la prehistoria, no podían ser sino los bordes continentales de la cuenca del Pacífico. Dado el extremo aislamiento geográfico de Rapa Nui, resulta mucho más excepcional que haya sido encontrada por exploradores polinesios en sus viajes hacia el este. En cambio, bajo ciertas condiciones y dentro de los márgenes de su capacidad de carga, no habrían podido evitar las costas de América. Y no olvidemos que el tránsito por mar no deja huellas, al mismo tiempo que resulta mucho más eficiente para recorrer grandes distancias, hasta la próxima tierra firme. Provoca menos roce, es más económico en términos del gasto de energía y es más rápido que el medio terrestre, en donde hay que atravesar selvas, montañas, desiertos y grandes ríos, sin medios de locomoción tan eficientes como una canoa polinésica. 
"Rocker jaw". Mandíbula izq (europea), der (polinésica)
Fuente: The First New Zelanders. Philip Houghton 1980
La evidencia empírica mapuche
Hace dos decenios, un equipo de arqueólogos chilenos, publicaba una revisión de materiales mapuches (sur de Chile) que parecían ser préstamos culturales polinésicos (Ramírez 1992) referenciados en todos los trabajos anteriores. A pesar de las evidentes similitudes, no pasaban más que de semejanzas estéticas, por lo tanto, las evidencias no eran concluyentes. El problema era la falta de datos empíricos de peso. Sin embargo, en una investigación de 1990-1991 se describió una mandíbula humana con un rasgo polinésico (“rocker jaw”) procedente de la Mocha pero fuera de contexto (cf. Ramírez 1992: 63-65). Excavaciones sistemáticas posteriores, permitieron la recuperación de más de 20 individuos, en distintos sitios de la Isla Mocha (sur de Chile). La observación de los materiales (Matisoo-Smith y Ramírez, dic. 2007) resaltó un tamaño promedio mayor a los antiguos mapuche, y una forma pentagonal en el cráneo, propia de los polinesios. También se observaron otras mandíbulas con el rasgo “rocker jaw”, que no está representado en la América precolombina, pero aparece con alguna frecuencia en Polinesia. En consecuencia, hay fundadas sospechas de la presencia de polinesios que llegaron, vivieron y murieron en la Isla Mocha, en tiempos prehispánicos, y esta línea de investigación parece ser la más promisoria en el futuro.
Clavas poinésicas (arriba) y mapuches (abajo). Foto: J.M. Ramírez
Las clavas son artefactos líticos provenientes del área mapuche, sin contextos arqueológicos precisos, que se suponen insignias de mando de los antiguos jefes. Se trata de hojas líticas provistas de un mango, a veces con un orificio para ser llevadas amarradas a la muñeca. Tanto en Polinesia como en el sur mapuche se observa una gran variabilidad de formas, y aunque la falta de contextos no permite ordenar los tipos en una secuencia evolutiva, es importante la similitud entre muchas de ellas. Aparte de la notable coincidencia en el nombre, las hachas de piedra pulida o toki son artefactos de desarrollo universal, desde el Neolítico europeo hasta Polinesia y el sur de Chile. Desde un punto de vista formal, los toki en Polinesia presentan un cuerpo alto y un bisel de filo recto, para una función predominante como formones o azuelas enmangadas. En cambio, los toki mapuches son básicamente hachas de sección biplana a biconvexa, aunque también existen las azuelas pulidas. 

Toki mapuches. Foto: J.M.Ramírez Aliaga
Los paralelos lingüísticos incluyen una docena de palabras, entre los que destaca toki como posible préstamo polinésico, el color negro (uri uri en rapanui y kuri en mapudungun) o pequeño (iti iti en rapanui y piti en mapudungun). A pesar de que no se ha realizado un análisis lingüístico profundo, el equipo de Ramírez ha podido identificar dos nuevos paralelos: kaipulli y kumanka
En el extremo meridional del territorio mapuche, los antiguos habitantes de la Isla Grande de Chiloé desarrollaron una cultura de características muy especiales, que incluye rasgos descritos como polinésicos. Algunos de esos rasgos podrían ser catalogados como desarrollos paralelos o adaptaciones convergentes, tales como el trabajo comunitario, llamado minga en mapudungun, derivado del quechua minka (umanga en rapanui); el horno subterráneo (curanto o umu en rapanui), fechado en al menos seis mil años en el sitio Puente Quilo, mucho antes de la colonización de la Polinesia; y los corrales de pesca, de uso universal. Respecto de la canoa de tablas cosidas, la denominada dalca chilota, constituye un misterio en tanto sólo se conoce la existencia de esta técnica entre los chumash de California, y en Polinesia. 
Kumara (Ipomoea batata)
En Chiloé, kaipulli era un tipo de horno en tierra (curanto) para cocer algas. En Polinesia, la palabra se podría descomponer en kai (comer) y pupuri (recipiente). La palabra kumanka, posible derivado de kumara (camote) requiere un análisis más detallado. Hay bastante certeza en que la patata dulce (camote o batata, Ipomoea batata) es un cultígeno americano, pero la forma en que se dispersó por toda Polinesia sigue siendo un tema en estudio. Dado que hasta la fecha no se han encontrado evidencias concluyentes de la presencia de indígenas americanos precolombinos en Polinesia, y dado el proceso de exploración de los polinesios hacia el este, resulta mucho más probable que hayan sido exploradores polinesios quienes llegaron a América y lo llevaron de vuelta a su tierra de origen.  Además, los términos kumara, kumala, kumaka, kumá, ’umala, tal como se conoce en distintas partes de la Polinesia, parecen derivar del quechua kumara. Incluso se ha postulado que el camote y la palabra que lo designa provienen de la zona del Golfo de Guayaquil, en Ecuador, donde los antiguos cañari usaban el término cumal.

La hipótesis
En tanto hasta la fecha no se han encontrado evidencias asignables a polinesios en Ecuador o Perú, es posible plantear una hipótesis alternativa al origen y las rutas del camote y la calabaza que se dispersaron por Polinesia: que algunos de los que llegaron a Arauco pudieron volver a Polinesia por una vía no considerada hasta la fecha, navegando desde Arauco hacia el norte con la corriente de Humboldt, hasta donde pudieron encontrar las condiciones para girar hacia el oeste. Esas condiciones favorables se encuentran a partir de los 26º de Latitud Sur, frente a las costas de Chañaral. Viniendo desde el sur, los actuales veleros usan esa ruta, para dirigirse hacia el oeste a la altura de las islas San Félix y San Ambrosio. En esas latitudes, en las costas del norte árido de Chile, podrían haber encontrado el camote y la calabaza. Si mantenían esa misma latitud, podrían haber llegado entre Rapa Nui y las Islas Marquesas, esta vez desde el este.



Nuevas investigaciones

Sin embargo, a partir del año 2005, el análisis de ADN en huesos de gallina recuperadas en un contexto prehispánico de Arauco (área mapuche del sur de Chile), permitió detectar genes polinésicos en los mismos (Storey et al. 2007). La gallina araucana prehispánica era un misterio desde la época de la Conquista, pero fue George Carter (1971) quien sistematizó la información y planteó su origen en Polinesia. Curiosamente, nunca se habían encontrado restos arqueológicos de gallina en las costas de América, hasta su aparición en un conchal de la costa de Arauco en 1993, datado (TL) hacia el 1350 d.C. (Contreras et al. 2005). Los primeros huesos de gallina del conchal llegaron al laboratorio de Auckland de la doctora Matisoo-Smith en febrero del 2006, y para septiembre de ese año se lograron resultados positivos. Con esa información, se realizó una datación (AMS) que entregó un rango entre 1304 y 1424 d.C. para la presencia de gallina polinésica en el centro sur de Chile. Después de múltiples pruebas y de la comprobación de los resultados en un laboratorio independiente, la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos publicó el trabajo en junio del 2007 (Storey et al. 2007). Finalmente, la genética pudo aportar una prueba incuestionable del contacto. En efecto, se pudo comprobar que exploradores polinesios llegaron a las costas del sur de Chile en tiempos prehispánicos.
Catamarán actual. Tautira (Polinesia Francesa). Foto: Moana Iti 2012


Conclusiones
El descubrimiento de gallinas de origen polinésico en un contexto prehispánico en las costas de Arauco ha permitido comprobar la antigua hipótesis del contacto transpacífico con los antiguos mapuche. La presencia de elementos culturales que parecen ser préstamos en el ámbito conceptual, tanto palabras como artefactos de carácter simbólico, hablan más de una estadía relativamente prolongada que de un contacto efímero, de lo cual deriva una serie de preguntas que deberían estimular futuras investigaciones. Hasta ahora no se han encontrado evidencias de la presencia polinésica más al norte, hasta las costas de California, pero una alternativa cierta fue el territorio mapuche, hasta tan al sur como Chiloé. Eventualmente, esos mismos exploradores o sus descendientes pudieron seguir navegando hacia el norte hasta tierras sub-tropicales y tropicales, siguiendo la Corriente de Humboldt, donde habrían encontrado la patata dulce. Eventualmente, fueron ellos mismos quienes la llevaron en su viaje de regreso a casa.
Gallo polinésico
Las gallinas, así como las ratas del Pacífico, fueron trasladados intencionalmente por los polinesios en sus viajes. Si llegaron gallinas, con mayor razón podrían encontrarse restos de Rattus exulans en contextos arqueológicos del centro-sur de Chile, así como el perro, y el cerdo. Desde el punto de vista de materiales tales como las clavas y los toki, se requiere un renovado enfoque teórico metodológico, con el objeto de precisar con mayor rigurosidad las similitudes y diferencias, las particularidades locales y los detalles idiosincrásicos en ambos lados del Pacífico. Así como el ADN en material biológico, el análisis de la geoquímica de la piedra podría definir si se trata de materiales importados o producidos localmente, pero este segundo caso no descarta la posibilidad de que se haya logrado transmitir el modelo polinésico y no dejar el artefacto mismo, que era considerado un objeto sagrado que se transmitía de generación en generación.
Si los polinesios llegaron al sur de Chile en tiempos prehispánicos, como se ha comprobado, al parecer fueron bien recibidos y se quedaron por un tiempo suficiente para que la cultura receptora pudiera incorporar aquellos elementos polinésicos que se reconocen hasta hoy en la cultura mapuche, reciclados y readaptados en el tiempo. Probablemente, esa convivencia pacífica tuvo un impacto relativamente reducido en términos biológicos, porque al parecer no siguieron llegando nuevos colonos desde el otro lado del Océano. ¿Cuántos llegaron?, ¿cuántas veces?, ¿una o dos canoas, con 25, 50 exploradores?, ¿eran sólo hombres?, ¿dejaron descendencia? Con el tiempo, estas y muchas otras preguntas podrán responderse con mayor seguridad.
Por otro lado, es necesario considerar que volver a casa era parte de su estrategia de exploración y colonización, lo que obliga a buscar en Polinesia aquellos elementos culturales que pudieron llevarse desde el sur de Chile, así como se postula para el camote y su nombre, respecto del norte de Perú y Ecuador. Habrá que evaluar la hipótesis de que pudieron ser estos mismos polinesios llegados al centro sur de Chile, o sus sucesores o descendientes, quienes siguieron navegando hacia el norte, hasta donde habrían encontrado el camote y la calabaza, para llevarlos en su viaje de regreso a su tierra. Así como hasta la fecha no se ha encontrado evidencia alguna de americanos precolombinos en Polinesia, tampoco se ha encontrado evidencia de polinesios en las costas de la América tropical.
Es factible que algunos polinesios se quedaran para siempre en el centro sur de Chile, posiblemente reducidos en número, y eventualmente aislados en un lugar como la Isla Mocha, quienes probablemente se mezclaron con la población local. Posiblemente, dado su escaso número, habrían sido finalmente absorbidos por las comunidades de tierra firme. Desde luego, habrá que discriminar qué navegantes polinesios pudieron estar involucrados en la aventura de llegar al sur de Chile, en un abanico de 18.520 kilómetros, entre Nueva Zelanda y Rapa Nui.
Desde el punto de vista lingüístico, se requiere un análisis más detallado de una mayor cantidad de elementos. El análisis de los datos etnográficos y de las leyendas de la navegación es un tema que para los propios polinesios no reviste misterio, donde se recuerda al gran navegante Anua Matua, quien habría llegado mucho más al sur de América que Chiloé, desde su tierra madre en Mangareva. Más allá de reconsiderar la leyenda como dato histórico, y del análisis refinado de la evidencia empírica, se requiere desarrollar un nuevo enfoque teórico-metodológico que permita un mejor acercamiento a los cambios culturales en pequeña escala a través de algunos elementos propios de la cultura donante y receptora, tratar de reconocer las circunstancias del contacto y los cambios producidos a lo largo del tiempo. El primer paso es reconocer que la movilidad por vía marítima es mucho más eficiente de lo que se piensa, y que las barreras son más bien mentales, además de que contamos con débiles herramientas teórico-metodológicas y escasas evidencias a nuestro alcance.

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Bibliografía
Carter, G. F. 1971. Precolumbian chickens in America. Editado por Riley et al.: Man Across the Sea: Problems of Precolumbian Contacts. Texas, pp. 178-218
Contreras, L. D. Quiroz, M. Sánchez y C. Caballero. 2005. Ceramios, raíces y ranas... Un campamento El Vergel en las costas de Arauco. Actas del XVI Congreso nacional de Arqueología Chilena (Tomé, 2003): 357-367
Heyerdahl, T. 1952. American indians in the Pacific. The theory behind the Kon Tiki expedition. Allen & Unwin, London
Heyerdahl, T. 1968. Sea routes to Polynesia. American indians and early asiatics in the Pacific. Allen & Unwin, London. pp. 232
Ramírez, J. M. 1992. Contactos transpacíficos: Un acercamiento al problema de los supuestos rasgos polinésicos en la cultura Mapuche. Clava 5: 51-84
Ramírez, J.M. y E. Matisoo-Smith. 2008. Polinesios en el sur de Chile en tiempos prehispánicos: evidencia dura, nuevas preguntas y una nueva hipótesis. Clava 7:85-100
Storey, A.A., J.M. Ramírez, D. Quiroz, D.V. Burley, D.J. Addison, R. Walter, A.J. Anderson, T.L. Hunt, J.S. Athens, L. Huynen & E. A. Matisoo-Smith. 2007. Radiocarbon and DNA evidence for a pre-Columbian introduction of Polynesian chickens to Chile. Proceedings of the National Academy of Science 104 (25): 10335-10339

5 comentarios:

  1. Muy interesante, como siempre, Alex. Desconocía el tema de los templarios o en navegante chino en America pero si había oído de la llegada de navegantes musulmanes a las costas de América antes que Colón.

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  2. Estimado Alex, en un reportaje de History Channel indica que a fines del año 2010 se harían análisis de ADN de huesos humanos de isla Mocha, ¿cuales fueron los resultados?

    Saludos.

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    1. Hola Paul. Por motivos que desconozco no recibo notificaciones de los comentarios a mis post en mi correo electrónico, así que no he visto el tuyo hasta este momento. Gracias por tu comentario. Los resultados están expuestos en este post. Alexandra

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  3. Ya hay resultados de los restos arqueológicos en la cordillera sumergida en el pacifico?

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  4. Yo he estado atento a varias cosas al respecto: cuando estuve en NZ pude ver estupefacto el tema de las Toki que son iguales a los colgantes mapuche, la diferencia de que estaban hechas de piedra verde o Pounamu, el tema de los chemumulles tiene cierto parecido en la disposición de los brazos de algunas esculturas y la idea del cono invertido en la cabeza el cual tiene como objetivo dejar ofrendas, el curanto chilote es una gran evidencia ya que es igual a como se cocina en la tierra en la polinesia. Además se puede ver en los mitos mapuche y los mitos maoríes algunas ideas similares. En los mitos mapuche se habla de gigantes que venían desde el mar y que comían gente. Todos sabemos que los maoríes eran en algunas Iwi caníbales y eso hasta bastante tarde, podemos verlo en el incidente de las islas Chatam.

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